Abstract
Es un gran honor el que me confiere al invitarme a conversar sobre el papel del maestro en nuestra sociedad. Es particularmente grato hacerlo aquí, en la Facultad de Educación, en cuyos pasillos y aulas tantas ilusiones y tantos sueños de libertad. Pero sobre todo, me complace dirigirme a mis antiguos discípulos, hoy convertidos en educadores comprometidos, algunos desde hace ya varias décadas, con los procesos formativos de las generaciones que heredarán la Costa Rica del futuro.
Quiero exaltar, en ellos, a los maestros que se han preparado para servir al país en este ámbito académico. Para todos, un saludo cariñoso.
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