Abstract
En el presente vivimos una acelerada transformación del mundo en diversos ámbitos: tecnológico, económico, político, social y educativo, entre otros. Estos cambios afectan la vida del ser humano por lo que cada vez más, este requiere ayuda en todos los aspectos de su desarrollo y el específicamente moral, es quizás el menos atendido por los profesionales de ayuda.
Ante la realidad que señala Evans (1987) de que los agentes socializantes tradicionales como la familia y la iglesia, están teniendo menos posibilidad de dirigir a la gente joven, la escuela tiene que asumir parte de la tarea de contribuir al desarrollo moral de las nuevas generaciones. Sin pretender desplazar a los padres de familia y a los sacerdotes en esta función, los educadores en general y los orientadores en particular, tienen que desempeñar la función que les corresponde en este importante aspecto de la personalidad; y para esto necesitan una sólida formación.