Abstract
La experiencia cognoscitiva a la que nos invitan tanto Lil Picado en ESPAÑA: DOS PEREGRINAJES 1977-1978 (1983) como Helena Ospina en DIARIO DE UN MEDITERRÁNEO (1992) se halla marcada por el conocimiento que proporciona el descubrir, con mirada maravillada, unas tierras con un gran simbolismo para estas dos poetas. El viaje en ambos poemarios desemboca en el mismo objetivo que tenían las novelas de peregrino del Siglo de Oro: debían conducir al peregrino hacia una doble recompensa: satisfacción amorosa y espiritual, por las cuales el sujeto se acerca a sus raíces primigenias.Comments
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